Sobre Mi

DESPENSA DEL SUMILLER


Este blog es el fruto de muchos años de dedicación a mi gran pasión, el vino y la gastronomía. Tanto mi formación inicial como mi trayectoria profesional han estado centradas en otros ámbitos, pero desde hace años estoy embarcado en una formación más profunda y constante del emocionante mundo de la Sumilleria y la gastronomía.


Mi gran interés por la formación unido a la lectura para aprender a analizar todo lo relacionado con la Sumilleria, me llevan a entender que características marcan la diferencia de cada producto que cato. Todo esto unido a mis conocimientos con la fonación de Sumiller profesional unido a un Master en viticultura y enología por la cámara de comercio de Malaga, Experto universitario en gestión y difusión del patrimonio entorno al vino, por la Universidad de Malaga y Nivel 2 Wine & Spirit Education Trust, ademas de que Actualmente estoy estudiando la cualificación de nivel 3, título indispensable y obligatorio para continuar estudiando en la misma organización y acceder al Master of Wine.

Todo esto me ha motivado a realizar viajes enológicos para conocer prestigiosos viñedos de Europa y grandes zonas enológicas, tanto históricas como emergentes, que elaboran aquellos vinos que más me han emocionado. En concreto, mi pasión por los grandes vinos históricos me ha llevado a ser Formador Homologado del Marco de Jerez, Formador homologado en Cava, Tecnico especialista en vinos y vinagres de Montilla-Moriles,


jueves, 31 de mayo de 2012

Petrus


Grandes Vinos 
CON MOTIVO DE UNA CATA VERTICAL
Así es Petrus, el mito de Burdeos
El Mundo.
Una inhabitual cata vertical de siete añadas de Petrus -si se fijan, la palabra 'Château' no aparece ni ha aparecido nunca en la etiqueta-, recién celebrada en Madrid, nos sirve de 'percha' para presentar el que quizá sea el vino más mítico de Burdeos, a medio camino entre lo real y lo imaginario: forma una santísima trinidad vinícola junto a la Romanée-Conti y al Château d'Yquem. Hablar de Petrus es hablar de algo más que vino: especulación, exclusividad, grandeza. Pocos son lo que no han oído hablar de este vino bordelés enraizado en la denominación Pomerol a escaso medio kilómetro de Saint-Émilion.
El viñedo en Burdeos está dividido por dos ríos en forma de Y. La rama de la derecha es el Dordoña, y la izquierda el Garona. La zona a la izquierda de esta Y es la zona "clásica", la que se clasificó ya en 1855, y donde están los grandes 'châteaux' pertenecientes a la nobleza: Graves y Médoc. La zona a la derecha, el Libournais, es menos antigua y más plebeya, dominada por Saint-Emilion y Pomerol: tan plebeya que ni siquiera era considerada a la hora de las clasificaciones del viñedo. El área entre los palos de la Y se llama "Entre dos mares" (a nosotros se nos antoja que "Entre dos ríos" sería más adecuado, pero...).


Pomerol, en la orilla derecha, desmitifica los vinos de ladera: plano como una tabla, produce algunos de los mejores vinos mundiales. Y en el centro de la llanura, una bolsa de arcilla (de color azulado, para más pistas) entre la grava, que forma la viña de Petrus, dura y densa arcilla, que actúa como esponja regulando la humedad en plantas y suelo, y un subsuelo con gravas y arcilla rico en hierro, y que le da ese carácter excepcional, ya que el clima es exactamente igual que el de sus vecinos (tampoco mancos, la verdad: L'Evangile y Cheval Blanc entre otros).


La historia de la finca 


Propiedad de la familia Arnaud en el siglo XIX, en 1925 Madame Loubat, esposa del propietario del Hotel Loubat en Libourne, comienza a comprar acciones de la Sociedad Civil de Château Petrus hasta convertirse en su propietaria en 1949. Jean-Pierre Moueix, negociante de vinos, se hizo con la exclusiva del vino, y poco a poco fue haciéndose con el control al heredar un tercio de la propiedad al morir Madame Loubat, y posteriormente comprar su parte a una de las dos herederas de esta.


El éxito se debe a la gestión de la familia de 'négociants' Moeuix. En la actualidad dirige el 'château' el hijo de Jean-Pierre, Christian. Tienen otras notables propiedades en Burdeos, como Ch. La Fleur-Petrus, Ch. Latour-à-Pomerol, Ch. Trotanoy, Ch. Magdelaine... y en California el discutido Dominus, el más bordelés de los vinos californianos, y que está también en la cima de reconocimiento, precio y calidad del valle de Napa.


Pocos verdaderos castillos o palacetes ('châteaux', en francés) hay en realidad en esta margen derecha, aunque la mayoría lo incorporen a sus nombre. Petrus es un edificio con más pinta de granero que de castillo, pero en esa insulsa propiedad se producen algunos de los vinos más concentrados, potentes y tánicos aunque a la vez sedosos, del mundo.


El viñedo 


La vida y obra de los grandes châteaux bordeleses es tan bien conocida como la vida de los famosos, y se puede encontrar hasta el más mínimo detalle de la historia y los métodos de producción de estos en todos los libros referentes al tema. En el caso de Petrus, 11,5 hectáreas plantadas en un 95% de merlot, y el resto cabernet franc. El cabernet franc raramente llega a madurar perfectamente, algo imprescindible para poder llegar al gran vino, con lo que generalmente se queda fuera del ensamblaje final.


En el siglo XIX la extensión de la propiedad, que por aquellos años pertenecía a la familia Arnauld, se reducía a 6,5 ha plantadas al 70% de merlot y al 30% de Cabernet Franc. Hasta 1969 no alcanza su actual tamaño, con la adquisición de 5 ha del Château Gazin que son replantadas con merlot hasta conseguir la composición que hoy conocemos.


Los rendimientos que establece Christian Moueix son de unos ocho racimos por cepa, ya que si los rendimientos son menores el vino puede resultar demasiado tánico. Las cepas tienen una edad media de 45 años, son inusualmente viejas para el Pomerol, y se replantan cepa por cepa sólo después de que alcancen los 70 años de edad.


La vendimia se empieza siempre después de mediodía para evitar la humedad de la mañana (al contrario que en buena parte de España, donde es conveniente vendimiar lo más temprano posible por la mañana, para evitar los calores de la tarde). Además del pago excepcional y único en el mundo mencionado arriba, el cuidado meticuloso de la viña, bajos rendimientos, y una salvaje poda en verde (fueron de hecho los que comenzaron, en 1971, esta práctica ahora bastante común) e incluso algunos métodos extremos, como usar helicópteros para generar corrientes de aire que sequen las uvas, estufas colocadas en el viñedo para evitar las heladas, o alfombrar la viña con plástico para evitar las lluvias en época de vendimia, como hicieron en el difícil año 1992 (justamente la misma práctica que le ha llevado a la descalificación de parte de su codiciado Valandraud a Jean-Luc Thunevin...) son los que proporcionan esa uva tan especial.




La famosa y severa vendimia verde de Petrus: racimos que valen una fortuna, al suelo. 

El vino 


Los métodos de producción no podían ser más sencillos, algo que nos encontramos invariablemente cada vez que hablamos de grandes vinos: no hay grandes secretos, y se hacen de la forma más sencilla. El secreto está en la materia prima, el terreno, el clima y los rendimientos. Las densidades de plantación no son muy altas para Burdeos: unas 5.000 a 6.000 cepas por hectárea. Petrus se hace en depósitos de cemento, el vino de prensa se añade inmediatamente al vino, y se cría este unos 20 meses en barricas de roble nuevo, trasegándose cada tres meses. (Atención bodegueros: no seguir esta fórmula, especialmente en lo referente al roble, a no ser que se tengan unos rendimientos de 35-45 hl/ha. El buen vino no lo hace mucho roble nuevo). Se producen unas 40.000 botellas anuales, aunque las variaciones por la añada son notables, llegándose a producir tan sólo 15.000 debido a una estricta selección en las añadas más difíciles.


Los precios de salida de la bodega han sido en el último año de unas 20.000 pesetas (tomen nota algunas bodegas españolas: pretenden vender sus vinos más caros que Petrus). Inmediatamente se comercializan a través de 'négociants' con precios impuestos por la bodega y la ley de la oferta (pequeña) y la demanda (grande) hace que los precios se disparen hasta convertirlo en el vino más caro del mundo. Raro es encontrar hoy una botella por menos de 100.000 pesetas, incluso de añadas difíciles, llegando a las 200.000 en las buenas, y a cifras obscenas en las míticas (1945, 1947, 1961, 1982, 1989, 1990 y 1995).


Se acepta hoy que, después de excepcionales vinos que le encumbraron tras la II Guerra Mundial, principalmente 1945 y 1947, Petrus produjo vinos de calidad irregular en los años 70 y 80, para volver a la cumbre a partir de la mítica añada de 1989. En general alabados por toda la crítica, desde Robert Parker a Clive Coates, pasando por Jancis Robinson, Michael Broadbent y Tom Stevenson, se encuentran sólo desmitificados por la dura pareja Michel Bettane y Thierry Desseauve, que le califican con tan sólo dos estrellas (de un máximo de tres) en sus polémicas guías anuales "Le classement des vins et domaines de France".


El prestigioso enólogo Jean-Claude Berrouet, de origen vasco (hace unas estrafalarias declaraciones diciendo que el mejor vino español es el txacolí...), alumno del afamado Emile Peynaud, es el encargado de la vinificación de la uva que traen un equipo de 180 vendimiadores, que pueden recoger toda la fruta de Petrus en cuestión de horas.


Como todos los grandes vinos, Petrus es un vino que pasa por periodos en los que está más cerrado y resulta difícil de juzgar. Ha sido descrito como un vino de increíble potencia, profundidad y riqueza, aunque posee un exquisito balance que facilita su longevidad. Igualmente es famoso por su textura aterciopelada.


Cata vertical 


No es un vino de los que se prueben todos los días, y mucho menos normal es tener la oportunidad de catar siete añadas diferentes. Gracias a la generosidad de unos buenos amigos, se reunió en Madrid un grupo de buenos aficionados, enólogos y periodistas especializados para catar vinos de la bodega, desde 1987 a 1997. Se cataron las añadas 87, 89, 92, 94, 95, 96 y 97. A ciegas, y con el añadido de dos californianos de los más bordeleses, Dominus 96 (también de Moueix) y Opus One 95 (de los Rothschild y Mondavi), fue un ejercicio sumamente interesante.


Como suele suceder, la cata ciega proporciona algunas sorpresas, al eliminar la sugestión de conocer la añada o la etiqueta de lo que se está catando. En general podemos decir que los vinos tienen un carácter poco expresivo inicialmente, que necesitan varias horas de decantación, mostrando en la nariz notas especiadas, de clavo y canela, en la boca un gran cuerpo (algunos años, como el 95, con una carga tánica brutal) y unos característicos anisados. El vino, como es lógico, cambia en la copa a cada momento, y una característica que nos pareció era como que el vino "iba y venía", se abría y se cerraba, se volvía a abrir, pero mostrándose de forma diferente... vinos por momentos esquivos pero de precisa definición en la boca con opulencia de fruta roja y tanino de seda.


Interesante fue también la comprobación de que los vinos de Petrus no precisan una larga guarda en botella para desenvolverse suntuosos y pletóricos en su juventud; la mayor parte de los catadores alabó esta accesibilidad de los vinos y su indudable armonía.


Como resumen podemos decir que llamó la atención que algunas de las añadas "menores", quedaron muy bien situadas: excelente el 97 (¡mejor que el 96!), el 94 (casi, casi al nivel del 95). Más flojo fue el 92, aunque varios catadores apreciaron su armonía y accesibilidad, y más aún el 87, reflejando la dificultad de una añada en la que la maduración de las uvas fue menos que perfecta... Las estrellas, el 89, ya desarrollado y mostrando lo que tiene que dar (que es mucho), y el 95, bastante cerrado y evolucionando muy lentamente en la copa, el que más tiempo tarda en despejar los olores de reducción, y en ir abriéndose, señal de que su vida en botella será larga.


Lo peor, la decepción en las cosechas del 87 y el 96. De la primera añada no se esperaba sino que el vino "cumpliera", y lo hizo a medias, porque si bien al principio este 87 mostraba una interesante nariz con notas trufadas y cierta gracia en la boca, en unos minutos apareció un ligero verdor y un punzante carácter herbáceo que descompensaba la estructura del vino. Del Petrus 96 -sólo 1.800 cajas comercializadas- se esperaba bastante más si nos atenemos a un año que fue considerado como bueno y en el que pese a llover bastante en julio y agosto, la estabilidad atmosférica de las primeras semanas de septiembre salvó la vendimia. Los 93 puntos otorgados por Parker a este 96 son sin duda excesivos y los calificativos de "denso, tánico y largo", no se atienen a lo percibido: un vino sencillo al que le falta amplitud y estructura, con una acidez bastante marcada y escasamente arropada de taninos maduros.


Es desconcertante que el Petrus 97, una añada decepcionante en calidad con precios absurdamente caros y un tiempo muy variable y loco que en nada ayudó a la completa madurez de las uvas, diese un buen rapapolvo al 96, desplegando más fruta, más carácter mineral, más finura y más hechuras de vino. Un buen Petrus, muy por encima de la añada


El teóricamente más flojo Petrus que se iba a catar, el 92, sorprendió. En esta añada, un verano húmedo y lluvioso con apenas calor arruinó una de las cosechas más desastrosas de la historia de Burdeos, con abundancia de vinos diluidos. En Petrus elaboraron algo menos de 36.000 botellas y la verdad que el vino cumple con mucha dignidad; está para tomar ya y tiene unas encantadoras y elegantes notas animales en nariz, que se completan con una boca sabrosa y un tanino maduro y pulido. No obstante, saber que una botella cuesta alrededor de las 100.000 pesetas apaciguó el entusiasmo de algunos catadores.


Los tres grandes 


Dejamos para el final las tres añadas estelares: 89, 94, 95, consideradas y coronadas de común acuerdo como las mejores, sólo con ligeras discrepancias con respecto al orden. El primero es un clásico y compendia la quintaesencia de Petrus: una nariz profundísima que se abre de manera paulatina a multitud de registros: ciruelas, regaliz, chocolate, especias y un nítido fondo mineral, con taninos aterciopelados, exquisita madurez de fruta y una densa, concentrada y delicada textura en la boca..


Un 100 sobre 100 según el 'Wine Spectator', y un vino del que el propio Christian Moueix ha dicho que es su logro más relevante desde que comenzó a vinificar a primeros de los 70. Las condiciones meteorológicas en la vendimia del 89 fueron casi perfectas, con un verano cálido y seco, una vendimia temprana y abundante, y vinos ricos, concentrados y equilibrados.


Sin discutir la indudable clase de este 89, sí que habría que poner en entredicho algunos comentarios de la crítica internacional, que afirman que se trata de un Petrus al que habría que esperar 10 años o, como 'Decanter' dixit: "Tendrá décadas de vida por delante". La sensualidad de este vino lo hace placentero y disfrutable ya mismo, sin que uno sienta el más mínimo escrúpulo de pedofilia vinícola. Y además ¿quién garantiza por escrito que en 10, 20 años el vino estará mejor? Desde luego, de poseer una caja -¡qué ingenuidad!- no habría que dudar en ir bebiéndolo.


Entre el Petrus 94 y el 95 se generó una polémica que, de haber sido la cata descubierta, se hubiera decantado hacia el segundo con seguridad. Muy parejos estuvieron ambos vinos y aunque el 94 se mostraba envolvente, frutoso y más expresivo, parece que la opulencia, potente tanicidad, solidez y seriedad del 95 le asegura una vida más larga. Pero, ¿quién sabe? A ciencia cierta lo único claro es que ambos estaban tremendos. El 94 con fruta roja en cantidad, frescos taninos, notas anisadas, y una voluptuosa juventud que lo hacen versátil y muy atractivo tanto para beber como para guardar.


El 95, compacto, graso, tánico, muy completo, y eterno en la boca es otro cotizadísimo Petrus, encumbrado por Parker (96+) y el 'Wine Spectator' (98), que no decepcionó en absoluto, aunque como en el caso del 89 tampoco creemos que haya que esperar decenios a que el vino se afine. La añada del 95 en Pomerol se puede calificar como muy buena, con una gran madurez en las uvas y vinos de gran profundidad y extracto, pero de calidad variable y desigual según los productores. El parón de las lluvias, que por quinto año consecutivo asoló Burdeos, y el buen tiempo a partir del equinoccio permitió una vendimia tranquila.


Los californianos, por sus tonos balsámicos de eucalipto, y su carácter más moderno ('Cherry Coke'), y bastante más evolucionados, fueron reconocidos casi unánimemente. Claro, que puestos al lado de otros californianos, hubieran parecido casi franceses. ¡Ah, las cosas de la cata ciega comparativa!...

martes, 29 de mayo de 2012

Custodio Zamarra


HUMILDAD, AMABILIDAD, DISCRECIÓN, PSICOLOGÍA
Custodio Zamarra, lección de sumiller

EFE
Humildad, amabilidad, discreción y psicología son los cuatro mandamientos del perfecto sumiller y la lección que enseña a sus alumnos el maestro Custodio Zamarra, un "camarero experto en vinos" que lleva la hostelería en su ADN desde que nació en la taberna de sus abuelos en Villatobas (Toledo). "La amabilidad y la discreción son claves de cara al público; la humildad es imprescindible porque el protagonista debe ser siempre el cliente, nunca nosotros; y la psicología es muy útil para detectar si nos demanda un vino de 15 euros o de 100", argumenta Zamarra en una entrevista con Efe.
A pesar de que ya hay toda una nueva generación de sumilleres en España formados en la Cámara de Comercio de Madrid bajo su experimentada batuta, Zamarra rehúsa hablar de sí mismo como maestro y se declara "eterno aprendiz" de vinos, un mundo "lleno de magia" que exige un continuo aprendizaje a través de libros, catas y viajes alrededor del globo para catar.

"No soy maestro. Soy socrático, aprendiz de todo. Me dedico a la docencia por edad, porque me gusta inculcar a los jóvenes mi experiencia de toda una vida vinculado al vino", subraya.

Aunque sea anecdótico, Zamarra cuenta que el mismo día de su nacimiento, la fuente principal de su pueblo se inauguró con vino, "una feliz coincidencia" que marcó su vinculación con la enología y que tuvo su punto de inflexión en 1973, cuando José María Oyarbide le fichó para el restaurante madrileño Zalacaín.

Para Zamarra, que cata a diario y al cabo del año prueba unas 5.000 referencias, "un buen vino es sencillamente aquel que da placer", aunque para incluirlo en la carta de Zalacaín este sumiller busca "elegancia, finura, equilibrio y tipicidad de zona".

Es incapaz de decidir cuál es el mejor vino que ha probado, pero sí confiesa que guarda un recuerdo muy especial de un Vega Sicilia del año 70, que salió al mercado el 18 de marzo de 1995, el día de la boda de la Infanta Elena en Sevilla, y que los Reyes tuvieron la oportunidad de probar en primicia la noche anterior en el hotel Alfonso XII de la ciudad hispalense.

"Esa misma noche estaba cenando en Zalacaín el dueño de Bodegas Vega Sicilia, don Pablo Álvarez, y abrimos también una botella de ese vino espléndido", relata.

Además de Vega Sicilia -una bodega a la que profesa "gran cariño" y que se ha convertido en "estandarte" de la viticultura española-, Zamarra cita CVNE, López de Heredia, Alejandro Fernández, Marqués de Griñón y Álvaro Palacios como los grandes artífices del "boom" de vino español y que, tras más de un siglo de historia, "siguen marcando generaciones".

Para los menos duchos en los entresijos del vino, Zamarra recomienda los riojas como la apuesta segura, unos vinos con unas características de "finura, elegancia y suavidad por su crianza en madera que lo hacen inconfundible".

"Reconozco que también siento una especial debilidad por los vinos de Jerez, que para mí está entre las zonas vitivinícolas más importantes del mundo", destaca.

Si tiene que elegir un tipo de uva, sin dudar se decanta por el tempranillo, "variedad reina que da unos vinos muy complejos y elegantes en toda España", aunque la garnacha también se abre hueco en su exigente paladar gracias a unos caldos "potentes, carnosos y de mucha personalidad".

Para este amante del vino que asegura no haberse emborrachado en la vida, el vino es mucho más que una bebida: "Es cultura, es naturaleza, es algo universal que nos acompaña en todas las celebraciones claves de nuestra vida".

Nadie celebra un nacimiento, un amor o una amistad con un refresco, sentencia.


jueves, 17 de mayo de 2012

Ensalada Rusa.


Ensalada Rusa o Ensalada Olivier
Parece ser que hacia el año 1860 el cocinero francés Lucien Olivier que era a la vez copropietario del Hermitage, restaurante  de Moscú, creó una ensalada con el objeto de poder competir con otros restaurantes.
El Sr. Olivier mantenía como secreto, no solamente los ingredientes sino también las especias y aliños que empleaba en su ensalada y se fue a la tumba en un cementerio de Moscú con sus secretos.
Investigadores pacientes y meticulosos en el año 1904 consiguieron llegar a determinar los ingredientes de la ensalada Olivier.
Estos investigadores, nadie reseña sus nombres, después de entrevistar gentes que se sentaron en las mesas del Hermitage determinaron que los principales ingredientes que tenia la ensalada del Chef Olivier era: Urogallo asado, pato ahumado, lengua de vaca, carne curada de oso, algunas colas y patas de mariscos como langosta, gambas, cangrejo ruso, esturión ahumado, pescados en salmuera (¿filetes de anchoas?), alcaparras, pepinillos en salmuera , pepino fresco, huevos cocidos, verduras , trufa etc.). las verduras unas eran cocidas y otras crudas.

Sin embargo lo que parece que no contenía es la  patata y si la tenía en una mínima cantidad, no como en la actualidad que es el ingrediente principal.  Según algunos la mahonesa clásica (huevo, aceite, vinagre y sal) estaba adicionada con Mostaza suave, algún destilado, que muy bien podría ser Vodka, alguna salsa oriental, tal vez Perrins   o tipo similar, un toque picante que podía provenir del zumo de nabos prensados o de alguna guindilla, etc. etc. todo un misterio.
Durante la vida del Chef Olivier hubo varios intentos de robarle su magistral formula, el que estuvo más cerca de conseguirlo fue su cocinero.
Cuentan que la confección de la ensalada el Sr. Olivier la hacia en un cuarto al que solo él entraba, una vez, cuando estaba preparando su ensalada fue llamado y salió rápidamente, momento que aprovecho su cocinero para entrar en el cuarto y tomar nota de lo que se veía en la mesa de trabajo de Olivier.
Conseguido el plan de robarle la receta o al menos los ingredientes que empleaba, su cocinero se despidió y paso a trabajar en un restaurante de menor relevancia que el Hermitage.
Comenzó con la preparación de su ensalada que no tuvo el éxito de la de Olivier ya que según los “Gourmets” que la probaron el toque del aliño no era el mismo, así que la formula del aliño permanece desconocida.
Por lo tanto una ensaladilla rusa, ensalada rusa o ensalada Olivier es una “macedonia” de productos vegetales, cárnicos, pescados y mariscos, cortados en fina brunoise. Todo ello aliñado y conjuntado con una mahonesa y aquí es donde está el secreto de tener mayor o menor éxito en el resultado final de esta suculenta mezcla de productos.

Fuente apicius.

jueves, 10 de mayo de 2012

¿Jerarquia dentro de la Jerarquia?


¿JERARQUIA DENTRO DE LA JERARQUIA? (I)
Borgoña: Super 1ers, Côte de Nuits
LUIS GUTIÉRREZ  "Fuente El Mundo. es"

En las últimas semanas hemos participado en un par de catas sobre este tema, y hemos descorchado unas cuantas botellas más. Las clasificaciones siempre dan que hablar y si es tan compleja como la de Borgoña, todavía más. No todos los pagos de una categoría tienen la misma calidad intrínseca. Hay Grands Crus que no dan la talla y 1ers Crus que se salen. Y además hay opiniones para todos los gustos. Aunque como oíamos el otro día que decía un amigo, 'mejor' quiere decir casi siempre 'el que a mí más me gusta', sí que hay algunos de estos viñedos que destacan. Así que es un buen momento y una buena excusa para hablar del tema. Nos fijaremos hoy en estos pagos que son reconocidos 'de facto' (léase precio) casi como Grand Cru.
Empezaremos recordando el significado de la clasificación de los viñedos borgoñones. Porque se trata de una clasificación del viñedo (frente a la de Burdeos que es de las marcas…). E incluso un poco más que eso, se trata de una clasificación del potencial del viñedo. Por eso al final, aunque Borgoña sea la zona donde mejor se conoce el 'terroir', donde el concepto está más avanzado, donde la diferencia entre dos vinos procedentes de parcelas que distan metros puede ser tan palpable, donde el terruño es innegable, lo más importante en Borgoña termina siendo el productor. ¿Que por qué? Pues porque el productor es el que realiza (o se carga) el potencial de un viñedo. El potencial está ahí, pero alguien tiene que interpretarlo. Las notas están en la partitura, pero depende de cómo se toquen. Es por eso que hemos escrito más a menudo de los productores que de los pueblos o los viñedos.

Para terminar de liar la cosa, a veces incluso el productor es una fuerza más determinante que la añada. Hemos discutido (en distintos medios e idiomas) en los últimos días, de los tintos de 2005 de la Côte de Nuits. Una añada dura y tánica, que va a tardar años en estar lista para beberse. Ahí casi todos de acuerdo, independientemente de que nos gusten los vinos más o menos jóvenes o de un estilo u otro. Pero bebemos un par de botellas de Jean-Marie Fourrier, además las dos de viñas de Gevrey, una denominación que produce vinos duros y masculinos, y están muy accesibles; su vinificación y crianza es de un estilo muy suave, y además utiliza poco sulfuroso (prefiere mantener un nivel alto de carbónico en el vino), y posiblemente por ello evolucionen un poco más rápido que otros. Así que los vinos se beben con agrado, más fino un Clos St Jacques que un Goulots (más Gevrey prototipo, con incluso un puntito animal).

Pero volvamos a los viñedos. Hay unos cuantos, Perrières, Malconsorts, Clos St Jacques y Les Amoureuses, que son casi universalmente considerados Grands Crus. No lo son, pero se los trata como si fueran. Fíjense que no hemos necesitado decir de qué pueblo son y casi seguro que no se han dado ni cuenta, ni lo han echado de menos. Por si acaso, Meursault, Vosne-Romanée, Gevrey-Chambertin y Chambolle-Musigny. Y lo más claro es el precio: se venden a precio de Grand Cru, y el mercado los acepta. Y los productores los tratan como tales. Si visita sus bodegas, se los darán a catar al final, a menudo después de algún Grand Cru verdadero, pues en Borgoña (y en casi todos los sitios, pero en pocos sitios hay tantos vinos distintos en una misma bodega…), los productores sirven los vinos en orden creciente de calidad. Según su criterio, claro.

Hay otros, Cros Parantoux y Suchots en Vosne, Aux Combottes en Gevrey, Les St Georges en Nuits, Pucelles o Cailleret en Puligny, Caillerets, Champans, Clos des Ducs o Taillepieds en Volnay, Rugiens en Pommard… aunque son más discutidos. Ojo, por cierto, no se confundan, ahora que escribimos esta lista de viñedos, porque habrán visto que hay nombres comunes o muy parecidos que existen en muchos o varios pueblos, Perrières, Cailles o Caillerets, Romanée,… Recorramos la Côte d'Or de norte a sur y echemos un vistazo a algunos de estos nombres.

Gevrey-Chambertin 

Situado a 15 kilómetros al sur de Dijon, es el mayor productor de tintos (542 hectáreas de viñedo) de la Côte de Nuits, y el que más Grand Crus tiene, 9 de los 24 existentes con un total de 87 hectáreas, todos ellos con Chambertin como parte de su nombre. Así que ya hay bastantes Grands Crus, aunque en una comuna tan grande hay viñedos para todos los gustos.

Se especula si Clos St Jacques no es Grand Cru porque estaba alejado de los Chambertins, o porque el propietario en el momento de las clasificaciones (el conde de Moucheron) no quiso rellenar los papeles y se presentó fumando con insolencia ante el tribunal. Antiguamente (Dr. Lavalle en 1855) se le colocaba sólo detrás de Chambertin y Clos de Bèze.

El viñedo tiene unas 6,70 hectáreas de geología muy compleja y variada. En la actualidad es de cinco propietarios (Rousseau, Sylvie Esmonin, Bruno Clair, Louis Jadot y Jean-Marie Fourrier), que lo adquirieron en 1955, ya que el propietario mencionado anteriormente se vio obligado a venderlo. Independientemente de que nos gusten más o menos sus estilos, los cinco propietarios y productores actuales hacen vinos de calidad, lo que sin duda ayuda para el prestigio de la viña, que no para su cualidad intrínseca. Además todos tienen unas parcelas de forma similar (dividida en tiras de arriba a abajo), lo que proporciona homogeneidad. El nombre es porque está vallado (clos) y en él había una estatua de Santiago, pues estaba en la ruta del camino, y Santiago en francés se dice, claro, St. Jacques. Rousseau lo vende más caro y lo da a catar después de su Ruchottes, Mazis o Clos de la Roche. Nosotros estamos con Rousseau. Ahora, los propietarios están encantados con el status del viñedo, y no tienen ningún interés en que se promocionara a Grand Cru, lo que le haría competir con el resto, mientras que como está tiene mucha más visibilidad.

Si miramos los mapas de los viñedos, veremos que aquí hay un 1er Cru totalmente rodeado por Grand Crus. ¿Una anomalía? Es Aux Combottes que en Gevrey linda con Latricières y Mazoyères, y en Morey con Clos de la Roche. Son 4,58 hectáreas, divididas entre unos 10 propietarios (Dujac, Leroy, Arlaud Père et Fils, Rossignol-Trappet, Hubert Lignier…) Parece ser que en el momento de la clasificación el propietario era de fuera de Gevrey, lo que no favorecía la máxima calificación para los locales, o porque la situación en un valle (el nombre significa pequeña 'combe', un tipo de valle) hace que el clima más frío resulte en una peor maduración de las uvas. Esta última teoría es la que más nos convence. Pero es un magnífico 1er Cru.

Morey-St-Denis es uno de los pocos pueblos que han visto uno de sus viñedos promocionados a Grand Cru tras las clasificaciones originales. Se trata del Clos des Lambrays, que ascendió a la máxima categoría en 1981. Como curiosidad todos los Grands Crus del pueblo están vallados (clos), excepto un trocito de Bonnes-Mares, que está aquí… No pensamos que haya otros 1ers Crus destacables, así que nos saltamos Morey y nos vamos al siguiente.

Chambolle-Musigny 

De Chambolle se suele decir que produce los vinos más elegantes de la Côte de Nuits. Ya hemos explicado que el productor tiene mucho que ver en la feminidad o masculinidad de los vinos, pero sí es cierto que en Chambolle hay más caliza activa y menos arcilla que los otros pueblos, lo que confiere sus vinos una finura excepcional. El pueblo tiene un total de 179 hectáreas de viñedo; 94 has. de 'village', 61 de 1er Cru y 24 de Grand Cru. Pensemos que el Priorat, una de nuestras DOs más pequeñas, tiene 1.600 hectáreas, y bodegas como Bilbaínas, tienen 256 has., Marqués de Murrieta 300, ó Vega Sicilia 140. En total se producen unas 900.000 botellas de Chambolle ('village', 1er Cru y Grand Cru) al año.

Tal vez el más generalmente aceptado como un Grand Cru 'de facto' sea Les Amoureuses, un viñedo de Chambolle-Musigny, mucho más parecido a Musigny que a Bonnes Mares; de hecho hasta hace relativamente poco se le solía llamar Musigny-Amoureuses. Tiene 5,40 hectáreas, y está dividido entre 17 propietarios (Groffier, Drouhin, de Vogüé, J-F Mugnier, Amiot Servelle, Roumier,…). Es un viñedo en terrazas, y de forma convexa (que es raro), con abundante caliza, muy similar al Musigny. El nombre no tiene un origen claro, hay desde teorías más románticas a otras casi cómicas, que hablan de que el barro que se forma en el suelo cuando llueve se pega a las botas como unos amantes cuando se besan…

No nos apasiona el estilo de los vinos de Groffier ni el de De Vogüé, pero el 2002 descorchado recientemente tenía claramente la clase de un vino mundial. Lo que más nos gustaría es que Ghislaine Barthod se hiciera con unas cuantas viñas en Les Amoureuses (o en Musigny, claro).

Vosne-Romanée 

Vougeot no tiene prácticamente ni centro urbano ni casi viñedo además de su archi-famoso Clos, y los viñedos de Flagey se venden como Vosne, así que allá vamos…

Vosne es para muchos el mejor pueblo productor de pinot noir del mundo, lo llaman 'la perla de la Côte'. Pueblo antiguo, conocido desde el siglo sexto, cuyo nombre es una corrupción de 'bosque'. En el año 890 se crea el Monasterio de Saint-Vivant, de la orden de Cluny. La mayoría de los viñedos pertenecían a éste, o al Cisterciense de Citeaux. En el año 1878 añadió a su nombre el de su viñedo más prestigioso, como fueron haciendo todos los pueblos, convirtiéndose en Vosne-Romanée. El pueblo tiene 460 habitantes, y no tiene más que una tienda... ¡de vinos!

Pero claro, tiene algunos de los mejores viñedos del mundo. ¿Los nombres? Échézeaux, Grands-Échézeaux, La Romanée (monopole, la DO más pequeña de Francia), La Grand Rue (monopole, Grand Cru desde la añada 1991, y ejemplo vivo de que la clasificación es del potencial de la viña, y no de la calidad del vino), Romanée-St-Vivant, Richebourg, La Tâche (monopole) y Romanée-Conti (monopole, claro). Esto en 75 hectáreas, pero además hay otras 100 de 'village' y otros 15 pagos que totalizan otras 57 hectáreas clasificadas como 1er Cru. Y dentro de éstos hay también algunos de leyenda…

Cros Parantoux es un viñedo muy pequeño (1,01 has.), encima de Richebourg, que debe su fama a que fue replantado y trabajado por Henri Jayer. Desde la filoxera hasta la II Guerra Mundial no tenía viñas, sino alcachofas. Cros es una corrupción, o bien de craie (tiza) o de creux (agujero), y Parantoux es posiblemente el nombre de un antiguo propietario. En la actualidad dos tercios pertenecen al sobrino de Jayer, Emmanuel Rouget, y un tercio a Méo-Camuzet. El problema aquí es el mismo que con la lista de la revista 'Restaurant': la mayoría opina sin haberlo probado. La escasez y los precios (desquiciados), lo hacen casi inalcanzable. Sobre todo si hablamos de la versión de Jayer, claro.

No ocurre lo mismo con Malconsorts, una viña de 5,86 hectáreas, continuación hacia el sur de La Tâche, siguiendo exactamente la dirección de todos los Grands Crus del pueblo. De hecho hay un trozo que, mirando el mapa, se diría que pertenece a La Tâche. La propiedad estaba dividida entre cinco propietarios, aunque en 2004 el Domaine Thomas-Moillard, que tenía 2,7 hectáreas de Malconsorts (y totalizaba más de 30 hectáreas en viñedos como Bonnes-Mares, Chambertin, Romanée-St-Vivant o Vosne-Romanée Les Beaux Monts) fue adquirido por el Domaine Dujac y el Domaine de Montille junto a un grupo de inversores americanos.

En la actualidad Albert Bichot (un gran négociant de Beaune) tiene 1,76 hectáreas del viñedo, seguido de Dujac con 1,57 has., De Montille 1,37, Cathiard 0,74, Lamarche 0,5 y Alain Hudelot con sólo 0,137 hectáreas (que le dan para producir unas tres barricas).

¿Tiene Malconsorts la calidad para ser un Grand Cru? Creemos que sí. Desde luego una botella del Malconsorts Christiane 2006 de De Montille, que es precisamente el trocito ese que les contábamos que está literalmente metido dentro de La Tâche, está entre los mejores vinos de los últimos meses. Y no es que en los últimos meses hayamos descorchado poco, se lo aseguramos. Pillen todo el Malconsorts que puedan, les diríamos nosotros.

Y por si todo esto fuera poco, hay otros excelentes 1ers crus en el pueblo (prácticamente todos), entre los que destaca Les Suchots, que se encuentra emparedado entre Richebourg y Romanée-St-Vivant por el sur y Échézeaux por el norte. Prueben el de Hudelot-Noëllat si les gustan los vinos perfumados y elegantes.

Nuits-St-Georges 

Nuits es el único pueblo que anexionó el nombre de un 1er Cru al suyo. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque en el pueblo no había ningún Grand Cru. Este pueblo, situado a 25 kilómetros al sur de Dijon, y 25 al norte de Beaune, es la capital de la Côte de Nuits. Tiene 5,516 habitantes y es el segundo en tamaño de toda Borgoña, después de Beaune.

Les Saint Georges es una de las viñas más antiguas, de 7,52 hectáreas repartidas entre 10 propietarios (Thibault Liger-Belair, Henri Gouges, Hospices de Nuits, Robert Chevillon, Faiveley, Régis Forey,…). Se dice que Henri Gouges, el principal viticultor del pueblo en los años 30, no quiso presentarlo como Grand Cru por estar involucrado en la clasificación y ser propietario. Hoy en el pueblo piensan que sería bueno tener un Grand Cru para prestigiar sus vinos…

De hecho es uno de los pocos 'premiers' –si no el único…– que tiene un expediente en marcha para intentar el cambio de clasificación es Les Saint Georges, en Nuits-Saint-Georges. Liderados por Thibault Liger-Belair, el mayor propietario del viñedo, quién no es del todo optimista, y opina que en unos 10 años habrá una resolución.

¿Qué opiniones se oyen por ahí? Pues que por mucho que Les St Georges probablemente sea el mejor pago de Nuits (aunque Vaucrains y Cailles están ahí, ahí), y que otros de diferentes pueblos como Malconsorts posiblemente sean aún mejores…

Hablando de Nuits, hemos tenido ocasión de probar siete 1ers Crus del pueblo, de la misma añada, 2008, y del mismo productor, Robert Chevillon, seis de ellos juntos, y el otro unos días antes, y es una experiencia sensacional. Eliminando la diferente mano del productor y las diferencias que proporcionan distintas añadas es la mejor manera de comprobar que los vinos de las distintas viñas, todas del mismo pueblo, muy cercanas unas a otras, son todos distintos. Es decir… ¡el 'terroir' existe!

¡Uff! Cómo nos extendemos cuando empezamos a hablar de un tema que nos apasiona. Esperamos no haberles aburrido o abrumado. De momento aquí nos paramos, y seguiremos mañana en la Côte de Beaune.


martes, 8 de mayo de 2012

Aceto Balsámico


Aceto Balsámico

Esta esencia parda, brillante y espesa, con un aroma complejo, no comparte nada con otros tipos de vinagre. Sólo con probarlo, cuando se manifiesta la extraordinaria armonía entre la dulzura y la acidez, entre su aterciopelado aroma y la inequívoca fuerza del bálsamo, se demuestra su unicidad. Tener en cuenta que hablamos del auténtico y precioso aceto balsámico tradizionale de Módena.
El sciroppo acetoso o jarabe hervido en vinagre era ya conocido en la Edad Media, aunque entonces no se adquiría en la “tienda” como condimento culinario, sino en la botica como producto farmacéutico. Los duques del Este y otras familias nobles estaban orgullosos de poseer su propia acetaia o desván en que se alineaban las barricas de vinagre con sus valiosos contenidos.
A principios del siglo XVII los círculos distinguidos de Módena hablaban de una tintura calificada de balsámica que supuestamente resucitaba a los muertos. Aunque evidentemente excesiva, la descripción apuntaba en la dirección correcta.
Quien haya tenido la fortuna de probar un aceto balsámico tradizionale auténtico, (normalmente muy difíciles de encontrar y si se encuentran los precios son prohibitivos), con su armonía plena de dulzor, acidez, aterciopelamiento y aroma, bastan unas pocas gotas del mismo para convertir el pescado, la ensalada, la carne y el queso en una plenitud de sabor insospechada, y al mismo tiempo para darles "vida".
Si en el caso de cualquier vinagre el vino blanco o el vino tinto constituyen el punto de partida, la elaboración del aceto balsámico comienza con el mosto de la uva Trebbiano blanca de Módena o de Reggio Emilia, de 100 kilos de uva se viene a obtener unos 70 litros de mosto. El mosto se calienta moderada y lentamente hasta los 80 grados centígrados, entonces empieza la fase de evaporación que no se concluye hasta que se haya evaporado como mínimo la tercera parte del mosto y en ocasiones hasta la mitad, el mosto se concentra hasta convertirse en un jarabe pardo oscuro. Este zumo de uva concentrado, si no se fermenta de inmediato, que suele ser lo habitual, se guarda en garrafas de cristal cubiertas de mimbres, (el típico garrafón), hasta la primavera.
En la primavera se mezcla con vinagre de vino viejo para que tenga lugar la fermentación en barricas.
El aceto balsamico no se elabora en bodegas frías de temperatura controlada, sino en las acetaias bien aireadas, donde en invierno hace un frío glacial, en verano hace un calor insoportable y hay humedad con las lluvias de primavera o con las nieblas de otoño.
El aceto necesita estas aparentes adversidades climáticas
El aceto balsámico madura y envejece en barricas las cuales se rellenan hasta las ¾ partes ya que la bacteria del vinagre necesita mucho aire. Cada año se evapora casi un 10% del contenido de la barrica, si no estoy mal informado el proceso de evaporación se produce a través de la madera.
De 100 litros de mosto sólo saldrá un par de litros de este valioso vinagre.
Para envejecer y para desarrollar todo su aroma deben pasar tres años antes de que el aceto concluya sus dos fermentaciones. Primero tiene lugar la fermentación alcohólica, durante la cual el azúcar se convierte en alcohol. Sólo entonces pueden las acetobacterias convertir el alcohol en vinagre. Ahora bien, al término de estos tres años al aceto le falta todavía mucho tiempo para envejecer. Un buen aceto balsámico necesita un mínimo de 12 años; con 30 o 50 años todavía está mejor y los inmejorables dicen que tienen mas de un siglo.
En la acetaia hay siempre toda una batería de cubas de distinto tamaño y de maderas diferentes. En efecto, el aceto balsámico no envejece en una sola cuba, sino que logra su sabor y su carácter a través de la familia acética. Al final de la batería está la cuba más pequeña, cuyo volumen oscila en muchos casos entre los 10 y los 15 litros de capacidad. De ella se saca el aceto balsámico envejecido en pequeñas porciones. La cantidad extraída se mezcla con el vinagre que le sigue en edad de la segunda cuba más pequeña. Ésta se mezcla con el vinagre de la tercera cuba más pequeña, y así sucesivamente. Los viejísimos posos y soleras que se encuentran en las cubas constituyen el mayor tesoro de los productores de aceto balsámico. No obstante, también la madera de las cubas desempeña un papel muy importante. Se utilizan el fresno y la encina para las cubas más pequeñas y el castaño y el cerezo para las de tamaño medio, en tanto que el aceto joven madura mejor en cubas de morera. No obstante, en este caso cada productor tiene sus propios puntos de vista que, como los ingredientes que se incorporan al vinagre en las distintas fases -se habla de canela, clavos, macís, cilantro y regaliz-, se mantienen en absoluto secreto.
En la actualidad el aceto balsámico se elabora industrialmente. Según los procedimientos aplicados, pueden incluso conseguirse resultados aceptables, que en cualquier caso siempre son más baratos que los vinagres de larga maduración de la producción artesanal.
No obstante, deben evitarse las ofertas demasiado tentadoras, pues puede tratarse de un simple vinagre de vino que, con algunas especias y con cierto tono caramelizado, remeda al balsámico. 

El auténtico aceto balsámico se reconoce, primero, por su sabor y cremosidad, segundo por su precio, tercero por el abombamiento de las botellas en que se presenta cuyo tamaño es de 100 mililitros y finalmente por su denominación oficial de Aceto balsámico tradizionale di Modena o Aceto balsámico tradizionale di Reggio Emilia. El consorcio de Módena se creó en el año 1987 y de él forman parte las industrias familiares y productores artesanales de vinagre, que están autorizados a imprimir en sus etiquetas el decisivo adjetivo “tradizionale”.
Ya pasado algún tiempo después de escribir estas reflexiones sobre el Aceto Balsámico, pude comprar en Andorra una botellita de este codiciado vinagre, la que se ve en la forografía.
Todavía no he sido capaz de abrirla, cualquier día que me de la “Toulada” la empiezo a usar.

Fuente:Apicius

lunes, 7 de mayo de 2012

Aceite de la Laguna de Fuente de Piedra


Cata de Aceites con la Asociación de Sumilleres Málaga.

Hoy hemos tenido la oportunidad de catar los preciados y premiados aceites de "La Laguna de Fuente de Piedra" Málaga. (Almazara el labrador)

Las Variedades  catadas son las Siguientes:

Manzanilla(Amarillo dorado, con ligeros matices a hierbas y  almendras.)
Picolimon sin filtrar( Aroma tenue y sutil, con sabor ligeramente dulce y suave ligeras notas  de alcachofa y tomate).
Marteña (Amarillo Dorado, con aromas a hierbas y hojas, sabor inteso a aceitunas  frescas con un toque de picante y amargo).
Vidueño. (Fruto maduro, color amarillo dorado, con matices a manzana, hierbas frescas y tomate).

En general extraordinarios, estos aceites cuenta con numerosos premios como son:
Premio al mejor aceite de oliva virgen extra de España en el año 2000/2001, 2003/2004, 2004/2005, y muchos más.



jueves, 3 de mayo de 2012

La Cocina del Mediterráneo Sur

A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino...

Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...

¿Qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo.

Joan Manuel serrat.